Por: Everildo Gonzalez Alvarez
Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra,
la cual nos sostiene y gobierna
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
Papa Francisco
La Encíclica Ecológica del Papa Francisco Laudato Sí, consta de 187 páginas, fue publicada el 18 de Junio del 2015. Toma su nombre de la invocación de san Francisco, Laudato si’, mi’ Signore---Alabado seas mi Señor--- que en el Cántico de las creaturas recuerda que la tierra, nuestra casa común, es también como una hermana con la que compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos. Nosotros mismos somos tierra. Nuestro propio cuerpo está formado por elementos del planeta, su aire nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura.
Esta hermana protesta por el daño que le hacemos, por el uso irresponsable y el abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Su gemido, unido al de los pobres, interpela nuestra conciencia a reconocer los pecados contra la creación. El Papa nos lo recuerda retomando las palabras de Bartolomé, Patriarca Ecuménico de Constantinopla: Que los seres humanos destruyan la diversidad biológica, contribuyan al cambio climático, contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados .
La respuesta adecuada a esta consciencia es la que San Juan Pablo II llamaba una conversión ecológica global. En este recorrido, San Francisco de Asís es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior.
La Encíclica Laudato si’ se desarrolla en torno al concepto de ecología integral, como paradigma capaz de articular las relaciones fundamentales de la persona: con Dios, consigo misma, con los demás seres humanos y con la creación. Como explica el Papa mismo en este recorrido inicia por la escucha de la situación a partir de los más recientes conocimientos científicos disponibles hoy, para dejarnos interpelar en profundidad y dar una base concreta al itinerario ético y espiritual que sigue: la ciencia es el instrumento privilegiado a través del que podemos escuchar el grito de la tierra.
El siguiente paso retoma la riqueza de la tradición judeo-cristiana, sobre todo los textos bíblicos y la elaboración teológica basada en ellos. El análisis se dirige después a las raíces de la situación actual, para entender no sólo los síntomas, sino también las causas más profundas.
El objetivo es elaborar las bases de una ecología integral que, en sus distintas dimensiones, comprenda el lugar específico que el ser humano ocupa en este mundo y su relacion con la realidad que lo rodea. Sobre esta base, el Papa Francisco propone una serie de líneas de renovación de la política internacional, nacional y local, de los procesos de decisión en el ámbito público y de iniciativa privada, de la relación entre política y economía y entre religiones y ciencias, basadas en un diálogo transparente y honesto.
Finalmente, sobre la base de la convicción de que todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo, el capítulo. VI propone algunas líneas de maduración humana inspiradas en el tesoro de la experiencia espiritual cristiana. En esta línea, la Encíclica se cierra ofreciendo el texto de dos oraciones, la primera para compartir con los creyentes de otras religiones y la segunda entre los cristianos, retomando la actitud de contemplación orante con la que se iniciaba el texto.
Cada capítulo afronta una temática propia con su método específico, pero a lo largo de la Encíclica hay algunos ejes temáticos que se retoman y enriquecen constantemente: la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida.
Tomada de la Encíclica Sí, del Papa Francisco
CONTINUARÁ
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