Por: Everildo Gonzalez Alvarez
El nefasto y ambicioso obispo de Valladolid Abad y Queipo instigó a las autoridades civiles y militares para que tomaran eficaces medidas en defensa de la Ciudad y de sus habitantes, poniéndose él mismo al frente de las fuerzas de la resistencia y mandando que el prelado don Agustín Ledos se pusiera a la cabeza de un cuerpo de tropa que comenzó a alistarse y equiparse, mientras mandaba bajar la campana mayor de la catedral para ser fundida y aprovechar su bronce en la fabricación de cañones.
Pues el obispo muy hábil para convencer a la gente, había logrado reunir, junto con el canónigo Ledos, aproximadamente setenta mil personas con los cuales se pensó eran suficientes para hacer frente a los insurgentes, pero las noticias que llegaban a Valladolid causaron pánico en la población y en el recién formado ejército, y es que se afirmaba que Hidalgo por su paso por Valle de Santiago, Salvatierra, Zinapécuaro, Indaparapeo y Acámbaro, había logrado que se le unieran más personas aumentando en gran número su ejército lo que ocasionó que los de Valladolid tomaran una actitud amenazadora y en abierta simpatía por la causa de la independencia, esto, más la falta de un verdadero jefe militar, decidieron que el obispo Abad y Queipo juntamente con todas las autoridades que habían pensado hacer resistencia, tomaran la decisión de abandonar la ciudad y dirigirse a la ciudad de México y así dejaron la hoy Morelia a merced de la muchedumbre, sin ninguna defensa, pues en su huida, el obispo se hizo acompañar del intendente provisional don Juan Alonso Terán. Pero todos los que habían huido de Valladolid fueron apresados en Huetamo por los insurgentes, solo que el obispo y algunos canónigos lograr escaparse y llegaron a México.
Ya sin defensa la ciudad de Valladolid, los habitantes decidieron formar unan junta de vecinos que encabezaron el canónigo Betancourt, el capitán don José María Arancibia y el regidor don Isidro Huarte para ir a recibir al cura Hidalgo y sus tropas y acompañarlo a su muy querida ciudad de Valladolid.
El 15 de Octubre de ese glorioso año de 1810, entraron a la ciudad de Valladolid los primeros insurgentes que comandaba Miguel Hidalgo y ese primer pelotón iba al mando del coronel Rosales y al día siguiente entró el joven coronel José Mariano Jiménez que desde Guanajuato en donde se había enlistado en las fuerzas insurgentes, marchaba a la vanguardia del cura Hidalgo. El 17 de Octubre de 1810, a las once de la mañana entró triunfalmente el cura Hidalgo , con la investidura de capitán general de los ejércitos de América , Ignacio Allende , como teniente general , Aldama y Baeza como mariscales de campo . El ejército sumaba sesenta mil hombres y llevaban cuatro cañones, dos de bronce y dos de madera . De tropas disciplinadas se contaba con el regimiento de Dragones de la Reina de San Miguel el Grande, parte del de infantería de Celaya y parte del de Guanajuato, los demás eran hombres mal armados, mal montados, y peor vestidos, sin disciplina ni orden pero eso sí, la mayoría deseosa de que México fuera un país libre, de que todos los que habitaban este hermoso país fueran iguales en su trato, en su religión, en su educación. Todo esto último que pasan los años y llegamos al bicentenario hace ya 12 años y no se logra porque ha faltado voluntad a los gobernantes, en una lamentable realidad.
De este ejército, el sargento mayor, Manuel Gallegos, propuso a Hidalgo que catorce mil hombres fueran entrenados en un lugar cercano a Pátzcuaro, a fin de que se contara con un buen ejército para hacer frente al Virrey Venegas, esta propuesta no la aceptó Hidalgo pues consideraba que eran muchas personas y no había tiempo para que se realizara dicho entrenamiento.
El ejército desfiló por las calles de la hermosa ciudad llamada hoy Morelia en medio de un continuo repique de campanas y al llegar a la catedral, Hidalgo se bajó del caballo y se dirigió a la casa del Canónigo Cortés donde se hospedó.
Al día siguiente, se celebró una misa de acción de gracias a la que Hidalgo no asistió y en su representación fue Allende con los otros jefes. Ya para ese entonces no se encontraban más las tablillas que en las puertas de la catedral había fijado el obispo Abad y Queipo con la excomunión del cura Hidalgo. El Canónigo Mariano Escandón y Llera, conde de Sierra Gorda, gobernador de la mitra, expidió un decreto queriendo congraciarse con Hidalgo.
Dos días estuvo en Valladolid el cura Hidalgo y ese tiempo lo usó en dar indultos, perdonar a algunos, y dar ordenes de fundir cañones . No descuidó en garantizar la vida y la propiedad privada y para ello nombró como intendente a don José María de Anzorena que era un criollo que abrazó con cariño la causa de la independencia y de común acuerdo con Miguel Hidalgo expidió el histórico bando del 19 de Octubre de 1810 por el cual declaraba ABOLIDA LA ESCLAVITUD, mandando poner en libertad a los esclavos y prohibiendo el tráfico y comercio de ellos, bajo pena de muerte.
En Valladolid Hidalgo atendió asuntos militares y ahí se le unió el regimiento provisional de los Dragones de Pátzcuaro y otras ocho compañías.
Queriéndoles ganar tiempo al conde de la Cadena y a Calleja, el cura Hidalgo decidió marchar con aquel ejército que sumaba ochenta mil hombres, a la capital de la Nueva España y el 19 de Octubre abandonó Valladolid. Como necesitaba dinero para alimentar a su ejército y hacerse de más armas, Hidalgo decidió tomar el cofre que existía en la catedral de su querida Valladolid en donde se encontraban guardados cuatrocientos mil pesos y dejó doce mil para gastos de la iglesia, y como préstamo tomó cuatrocientos de otra parroquia y trescientos mil de los fondos particulares que estaban depositados esperanzados sus dueños en la seguridad al estar en manos del clero.. Así con un ejército grande en número pero muy pequeño en cuanto a orden, disciplina, número de armas , Hidalgo marchó hacia la capital de nuestro México lindo y querido teniendo en mente la libertad de los mexicanos y que mediante ésta se pudieran tener mejores condiciones de vida.
Compilación: México a través de los siglos e Hidalgo de Juan N. Chavarri.
continuará
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